Llegué a lugares desconocidos con la terapia de Ensueño Dirigido
Ilustración por @fridishart
Salud

Llegué a lugares inesperados con la terapia de Ensueño Dirigido

¿Te animarías a soñar despierto y contarle a un desconocido todo lo que se te cruza por la mente?

Dicen que los sueños son poderosos. En algunas culturas indígenas, la palabra que designa al chamán significa “el que sueña”, mientras que la palabra sueño hace referencia al “viaje del alma”. A través de los sueños somos capaces de embarcarnos en un tránsito profundo que nos brinda información. Soñar es, entonces, una forma de explorar nuestra mente.

Hace poco me topé con la siguiente información: la terapia de Ensueño Dirigido. Una serie de sesiones en las que pude trabajar, junto a una persona, sobre aspectos específicos de mi inconsciente que me ayudaron a encontrar algunas respuestas referidas a mis deseos. 

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¿Qué es el Ensueño dirigido?

La primera persona que habló de Ensueño Dirigido fue Robert Desoille en Francia alrededor de 1930. Él mismo fundó el método psicoterapéutico denominado sueño despierto dirigido. Este se basaba en acceder al inconsciente a través de lo imaginario, donde el paciente era capaz de conocerse mejor y resolver una serie de conflictos profundos, dentro de un estado de sueño, pero de manera consciente.

Este método ha sido aplicado, perfeccionado y ampliado por otros especialistas durante muchísimo tiempo. Una de las escuelas que representan el Ensueño Dirigido es la Fundación de Columbia, creada por Alejandro Comotti. Mercedes Frei se formó con él y fue la persona que me supo guiar en esta experiencia. Ella es counselor y llegó a Alejandro a través de la búsqueda de profundización en el lenguaje y simbología del inconsciente. 

Quedamos para conectarnos vía Zoom para la primera sesión. Allí me contó que la oportunidad del ensueño se asemeja a un ritual vivo que dinamiza la memoria, habla de valores, sublima emociones y modifica conductas; rehabilitando la sensación de bienestar. “Vos estás consciente, tenés el control de tu cuerpo y de lo que está sucediendo, tenés voluntad dentro del sueño, pero entrás en el sueño onírico”.

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¿Cómo es el método del Ensueño dirigido?

Durante la primera sesión Mercedes me hizo una serie de preguntas sobre mi familia, sobre los valores que destaco, sobre mis primeros años de vida y los cambios más grandes que transité. Luego llegó la sesión del ensueño, “después del ensueño podés tener muchas emociones a flor de piel, angustias, enojos, momentos de liberación”, me aclaró antes de comenzar.

Primer momento: La formación del cuento

Me acuesto con los ojos tapados y comenzamos con un ejercicio de relajación. Tengo las palmas de las manos mirando hacia arriba, al costado del cuerpo, mis huesos se aflojan y concentro mi atención en la temperatura del aire. 

“Te voy a pedir que te imagines una escalera desconocida que desciende, ni bien la veas decime qué sucede ¿Cómo es? ¿Estás ahí?”

Siento que mi mente entra a otra dimensión. Veo una escalera de metal, gris, que hace sonido cada vez que piso cada uno de los escalones. 

“Continúa bajando, fíjate a dónde te lleva. ¿Podés ir bajando escalón por escalón?”

“Sí. Termina en un parque”.

En ese momento hablamos del parque, de lo verde que es, del pasto recién cortado, de los pocos árboles que hay.

Mercedes me pide que continúe bajando por la escalera, me pide que descienda un nivel más. Inmediatamente, en mi imaginación, se transforma en una caracol que llega a un sótano. Se lo describo, le digo que tiene cuadros en el piso, una cocina chiquita. Ella me pide que lo recorra, que le cuente qué sensación me da estar ahí. “Por momentos me quiero ir”, le digo mientras continúo con los ojos cerrados y me da frío en el cuerpo. Ella me dice que puedo transformarlo a mi gusto, que puedo modificar lo que quiera dentro de ese espacio. 

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Encuentro una ventana donde entra luz, cambio las cosas de lugar, le comento que la ventana da al patio que vi antes y que ahora lo siento más hospitalario. Saco los cuadros, los pongo en un rincón y armo mi estudio, pongo una mesa para escribir; es un escritorio que mira a la ventana. Pongo plantas, le agrego calefacción que no tenía, me siento en un sillón que ubico en frente con una manta encima de mis piernas.

“¿Cómo lo sentís? Tomá una foto de esta situación, el sillón, la estufa, la manta, esta foto se achica hasta que se guarda en un punto en tu memoria. ¿Qué nombre le pondrías a este cuento?”

Lo que las alucinaciones dicen de ti

“Hogar”.

Vuelvo a tomar conciencia de mi respiración y mi postura. Entre tantas posibilidades existentes, incluso más lindas, mi cabeza eligió algo a lo que aún hoy me cuesta encontrarle una explicación. 

Durante los siguientes días recuerdo ese lugar varias veces. La facultad de imaginar es algo que tenemos todos desde niños y existe como condición de ser humano, a veces la entrenamos más y a veces menos. Es por eso que intento recordar cada movimiento que hice y le mencioné a Mercedes mientras estaba en el ensueño. Quizás parte de mis preguntas actuales tienen que ver con ese mundo imaginario que había aparecido en ese instante. 

Segunda parte: El proceso.

Para la segunda parte Mercedes me aclara que a veces las emociones no aparecen durante el ensueño pero sí durante el procesamiento de este, que es donde desmenuzamos el cuento, donde las imágenes comienzan a tomar forma y donde pueden aparecer duelos, momentos de mi infancia y temas vinculares. Este proceso es largo, puede durar un mes, dos meses o un año. 

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Durante la segunda sesión ella me lee en voz alta todo lo que le conté sobre mi ensueño, me pregunta si recuerdo algo y relata el diálogo que tuvimos mientras yo tenía los ojos tapados aquel día, con sus preguntas y mis respuestas.

Mientras ella lee el material empiezo a recordar algunas cosas, me doy cuenta que no recordaba la primera escalera y me sorprendo por haber narrado espacios tan diversos. Continuamos con la narración, desglosando cada palabra y cada escena. Esta vez nos centramos en las sensaciones que me dieron ciertos objetos y espacios: el metal, el sótano, los cuadros en el piso. 

Poco a poco encuentro respuestas en algunos recuerdos de mi niñez y adolescencia. Retomamos la sensación de huida, de no querer estar en un sitio. Volvemos a mis mudanzas, a las cajas que quedaron sin abrir durante meses en casas por las que pasé. A mi sensación de no pertenecer a ningún lugar. 

Mercedes destaca el valor que le doy al sótano y los cambios que he hecho para que ese lugar sea habitable.

¿Podés resumir esta experiencia en una frase?

“Creo que estoy aprendiendo a conocer dónde quiero estar”.

Con el correr de los días esta frase se me queda grabada en la cabeza. La retomo en escenarios posibles con personas que me encuentro y la busco en sueños mientras duermo en profundidad. Con Mercedes nos encontramos una sesión más, aparecieron aun más momentos y recuerdos dentro de ese sótano, donde dignificamos los espacios y rememoramos lo simbólico de cada objeto que se presenta. 

Como si fuese un viaje en el que soñé despierta, el cuento y las imágenes movieron partes de mi mente que tenía abandonadas y están presentes aun hoy en un idioma que trasciende lo desconocido, pero con más liviandad. 

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