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Identidad

“Donde no hago pie”: la literatura como denuncia y reparación de un abuso sexual

Belén López Peiró relata las vicisitudes de quienes atraviesan un proceso judicial luego de denunciar a su agresor sexual. Hablamos con ella sobre los procesos de escritura y las búsqueda de reparación.

“Los hombres temían que las mujeres contaran otra guerra, una guerra distinta.” Svetlana Alexiévich, La guerra no tiene rostro de mujer.


Con este epígrafe abre Belén López Peiró su segundo libro: “Donde no hago pie” (2021). Un relato de no ficción que funciona como segunda parte de su debut literario: “Por qué volvías cada verano” (2018), donde cuenta la historia de un abuso sexual, cometido por su tío comisario, durante su adolescencia.

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El desafío de enfrentarse con las líneas de Belén es enorme. “Por qué volvías cada verano” un relato polifónico; la autora nos coloca bajo la mirada de una madre que no ve, de una prima que no escucha, de una tía que omite, del mismo tío abusador; y de una adolescente que, por primera vez, se anima a hablar de lo sucedido. En “Donde no hago pie”, nos encontramos frente a un laberinto judicial que desordena lentamente el esfuerzo de la denunciante frente a su tío abusador. En esta segunda parte, Belén apela al cruce de géneros literarios, con fragmentos de crónica policial, pero también con retratos de los personajes, crónicas de su infancia, conversaciones por WhatsApp y búsquedas de Google. 

Ambos libros reseñan la valentía de una intimidad, cuentan la verdad de muchas voces silenciadas y buscan, hasta el día de hoy, una forma de reparación. Hablamos con la autora sobre el camino de la escritura y la necesidad de un acompañamiento con perspectiva de género.

VICE: “Claudio reposa en la parte más profunda de la pileta, ahí donde no hago pie” Esta frase es muy impactante. ¿Por qué decidiste que ese sea el título del libro?

Belén López Peiró: Fue complejo porque al elegir la no ficción y elegir trabajar con la materia de la experiencia trato de que los títulos pisen fuerte, dentro del costado de lo literario. En algún momento pensé en llamarlo La Causa o en preguntar Qué es reparación, sin embargo elegí otra cosa, me pareció que tenía que volver a profundizar una imagen narrada de manera literaria. Durante todo el proceso de escritura se me venían imágenes de ahogo, de asfixia, de sensaciones que no se materializan solamente en el agua, sino también en los tribunales, en los expedientes, en ciertos recuerdos de la infancia, es también ahí donde no hago pie.

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¿En qué te inspiraste para narrar Por qué volvías cada verano y Donde no hago pie? El primero tiene varias voces, y el segundo la literatura del yo está muy presente dentro de un policial.

Creo que la lectura es la primera y principal herramienta de la escritura. Primero me inspiró Beya protagonista de Le viste la cara a Dios, el libro de Gabriela Cabezón Cámara; más tarde Chicas muertas de Selva Almada, después Teoría King Kong de Virginie Despentes. Todos esos libros rompían con un lenguaje, con una estructura, traían las violencias a escena. También entendí que la no ficción tiene un peso fundamental, asociada a la identidad, a la denuncia, por supuesto en relación con la línea latinoamericana, con Rodolfo Walsh, quien se pregunta por los que no están, por los que se llevaron; había algo ahí que me tocaba muy de cerca. 

Sin dudas hay lecturas guía que rompieron con preconceptos asociados a a una forma, a mí me atrae pensar en la forma. En Donde no hago pie mezclé las crónicas judiciales, la trama, los perfiles, la infancia; ahí me influyeron desde El adversario de Emmanuel Carrère, siguiendo por los cuadros sinópticos y árboles genealógicos de Foster Wallace, hasta los mapas en Laëtitia o el fin de los hombres de Ivan Jablonka. Gracias a estas lecturas entendí que me gusta romper con las estructuras, ¿por qué tenemos que eliminar las búsquedas de Google, las anotaciones en los cuadernos? Si fueron parte del proceso de escritura y de investigación.

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En algunas entrevistas decís que Por qué volvías cada verano fue para vos un libro reparador desde una forma de catarsis. Sin embargo, en Donde no hago pie, decís varias veces que te arrepentís de haber denunciado, describís momentos en los que te sentís paralizada frente a la causa, ¿Cómo incluirías el concepto de reparación en esta segunda parte? ¿Qué sentiste con su publicación?

El motivo por el que elegí hacer un segundo libro tiene que ver con una mezcla de emociones. En 2018 salió Por qué volvías cada verano, para esa instancia yo entendía el caso, la situación y por qué había tardado más de diez años en hablar. Tres meses después de publicarlo la causa se eleva a juicio y se solicita a juicio por jurado, es en ese momento donde de nuevo sentí cómo se me venía todo encima.

Desde el recorrido de estudios de abogades donde tuve que invertir un dinero que para mí significaban meses de alquiler (solo para empezar), hasta entender que tenía que tejer otro tipo de redes, que quería construir algo colectivo, que tenía que elegir una representante legal con la que me sienta cómoda y que quería buscar una comisión de compañeras, periodistas y comunicadoras que quieran acompañarme. Era mucho; y por momentos me empecé a preguntar por qué seguía ahí, qué estaba haciendo, qué buscaba cuando denuncié en 2014, por qué motivo me generaba tanto ahogo cada vez que tenía una reunión en lo que se refiere al tema, qué pasaba con esa dilatación judicial. 

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Y las preguntas empezaron a estar cada vez más presentes: ¿seré la única? ¿Seremos muches les que estamos pasando por esta situación? ¿Qué buscamos cuando denunciamos? Ahí volvió el concepto de reparación. Empecé a hablar con personas en la misma situación, empecé a leer informes, me di cuenta de que había muchas personas que se encontraban con que ya no querían una condena después de pasar años luchando. 

En la primera parte tu abogada te pregunta: “¿Vos qué querés con esto?”, ¿Hoy querés lo mismo que al inicio de la denuncia?

Creo que esa pregunta cambió en cada momento del proceso. Imagínate que denuncié en 2014, después de haber vuelto al pueblo donde pasó todo, después de hablar con mi familia y pensando en que mi preocupación eran los menores al alcance del acusado. Digamos que lo primero que quise fue que no vuelva a pasarle a nadie más, quería que alguien intervenga, que ponga orden, y no eso no pasó. 

Más tarde, cuando hablé por primera vez con mi abogada y me pregunta qué es lo que quiero, en ese momento yo quería seguir adelante con el juicio, pero de una forma en la que no me haga tanto daño, y eso tampoco sucedió. A medida que avanzaba siendo objeto y sujeto de la investigación, pasé por no querer declarar ocho o diez veces y no querer, obviamente, cruzarme con el victimario. Quise buscar otros procesos de reparación, quise entender cuáles eran las instancias que hay y no te muestran. 

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No todes buscamos lo mismo cuando denunciamos y no todes vamos a la justicia. Hoy hay cada vez más opciones de reparación que sin dudas exigen una reforma, también, en la justicia.

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Foto de Belén López peiró por Alejandra López

¿Qué importancia tiene para vos el acompañamiento de una abogada feminista en la causa? ¿Cómo repercute en vos?

Ese acompañamiento repercute en absolutamente en todo, más aún, después de haber tenido una experiencia con un abogado varón con cero perspectiva de género. Cuando vi por primera vez a Lucians, mi abogada y empezamos a hablar entendí que con sus preguntas no cerraba el juego, sino que lo habría y eso me permitía pensar. Ella no avanzaba si no era con mi consentimiento, ella fue quien me dijo que necesitaba que vayamos adelante juntas, que avancemos como un equipo. Me parece que esa apertura habla de una mirada colectiva, en la que me incluyó, me sentí parte de un proceso, de un momento histórico y de un movimiento. Fue un gran aprendizaje. Es importante ver cómo les abogades acompañan a sus clientes y de qué manera trabajan con los hechos y las pruebas. 

Vos llegás a la instancia de denuncia por una decisión personal. ¿Cuál es tu opinión en relación con otras instancias cómo son el escrache o la cancelación?

Creo que hacemos lo que podemos con las herramientas que tenemos. Uno de los motivos por el cual otra persona no pudo denunciar previamente muchas veces tiene que ver con una cuestión económica o con las consecuencias sociales y políticas. No todes tenemos la misma realidad ni contamos con las mismas herramientas para poder accionar. Yo publiqué dos libros hablando de este tema y aun así lo sentí necesario porque había una justicia que no actuaba. Tenemos que pensar de manera colectiva, trato de ver cómo podemos asesorarnos para entender de qué manera podemos actuar. En relación con la cancelación me lo cuestiono constantemente, ahora estaba leyendo un libro que se llama El consentimiento de Vanessa Springora, donde relata su relación, cuando tenía 13 años, con el escritor pedófilo llamado Gabriel Matzneff, y en un momento ella aclara algo con respecto a la obra de Matzneff: “Lo que hay que hacer es un ejercicio de revisionismo, no retirar su comercialización como si nunca hubiese existido; sino que deberían re editarla con una contextualización para el lector .” Me llamó la atención, es algo que sigo pensando y cuestionando.

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Con Por qué volvías cada verano diste charlas en colegios y universidades. ¿Qué notaste en los jóvenes en esos momentos? ¿Qué sentís que falta aprender?

Con Por qué volvías cada verano hicimos presentaciones en muchos lugares, sin dudas atraviesa distintas ramas y eso hizo que podamos ir a instituciones, por ejemplo. En las charlas en las universidades sentí que no había varones, como si no fuera un tema de varones, creo que a nivel social me molestó. Por otro lado, en los colegios creo que es una experiencia distinta, enriquecedora y tremenda a la vez. Ahí entendí que muchas veces hablamos del después, de la reparación, de qué hacer después de un abuso. En los colegios me encontré con muchas inquietudes, noté que los adolescentes no tienen vergüenza, los varones están y participan, son capaces de preguntar cuál es la diferencia entre abuso y violación, por ejemplo. Ahí lo que falta es el antes, la prevención. Por eso es necesaria aplicar la Ley de Educación Sexual Integral.

Me imagino que se te acercaron muchas mujeres a querer contarte alguna experiencia similar. ¿Cómo te sentiste cuando llegaron esos mensajes buscando algún apoyo de tu parte?

Por un lado creo que está bueno hablar, sea por el canal que sea, pero por momentos era difícil para mí. A veces me encontraba con mensajes de gente contándome sus abusos, audios donde narraban lo que habían vivido, pidiendo consejos. Aprendí hasta dónde ayudar y entendí cuál es mi rol y mi lugar. Yo soy escritora y creo que, desde mi lugar, puedo decir que los libros reparan y la escritura está al alcance de todes. No se necesitan grandes historias para hacer grandes libros, la no ficción es una gran herramienta con la que nos podemos divertir y a la vez laburar la experiencia propia y ayudar, esa es mi mayor contribución y trató de ubicarme ahí.